Este artículo fue traducido por Maria Matas sobre el reportaje original escrito por Natalie Weger. To read this story in English, click here.

La Unión de Estudiantes Nativos e Indígenas de la Universidad de Maryland organizó el 6 de octubre un evento de recaudación de fondos para recordar a los niños nativos e indígenas que fueron separados de sus familias y enviados a escuelas residenciales en los Estados Unidos y Canadá.

El evento benéfico, situado en frente a la Biblioteca McKeldin, reconoció el Día Nacional de la Verdad y la Reconciliación de Canadá, también conocido como el ‘Día de la Camiseta Naranja’, el 30 de septiembre. En este día, las personas llevan camisetas naranjas para crear conciencia sobre las escuelas residenciales.

A finales del siglo XIX, los niños nativos e indígenas eran internados cristianos y gubernamentales con el propósito de eliminar sus raíces indígenas y asimilarlos a una civilización Americana., según el Museo Nacional del Indigena Americano.
Para crear conciencia sobre estas escuelas, NAISU vendió galletas, pulseras naranjas y pegatinas con el mensaje “Cada niño importa”, además de mostrar un cartel con la historia de las escuelas residenciales.

La presidenta de NAISU, Paulina Martinez, estudiante de educación especial para la primaria y secundaria, dijo que una parte de lo recaudado será donado a la Coalición Nacional Nativo Americano de Sanación Internado. La coalición aboga por y proporciona recursos a los pueblos nativos e indígenas afectados por las escuelas residenciales.
Martínez explicó que es habitual que se desconozca de la historia de las escuelas residenciales porque rara vez aparecen en los medios de comunicación o en el currículum educativo.

“Sólo queremos crear conciencia sobre esto porque cada niño importa”, dijo Vy Thompson, estudiante de último año de Inglés y vicepresidente de NAISU. “Eso es en lo que todos queremos estar de acuerdo, que las escuelas residenciales estaban equivocadas y eran dañinas y traumáticas. Estos niños nunca deberían de haber tenido que pasar por eso”.

La idea de usar camisetas naranjas surgió después de que Phyllis Webstad, de seis años, fuera despojada de su propia camiseta naranja al llegar a un internado en 1973. Ella fue una de las decenas de miles de niños que fueron enviados a escuelas, las cuales el gobierno buscaba “matar al indio, salvar al hombre”, según la coalición.

“Fueron enviados a estas escuelas y muchos de ellos nunca volvieron a ver a sus familias ni a sus tribus”, dijo Thompson. “Muchos de ellos no lograron salir de las escuelas debido al abuso, la negligencia, la tuberculosis y las enfermedades”.

Thompson dijo que todavía hay tumbas sin nombre de niños que no sobrevivieron en las escuelas residenciales. Algunos niños nativos e indígenas también fueron forzados a asimilar después de ser adoptados por familias no indígenas, añadió, dejando a algunos individuos todavía tratando de reconectarse con sus tribus.

Bayley Márquez, profesora asistente de estudios estadounidense de esta universidad, apuntó que aunque los fondos federales para las escuelas residenciales terminaron alrededor de la década de 1960, algunas de estas escuelas siguen sirviendo a los estudiantes nativos e indigena.. Algunas escuelas han pasado a apoyar la vida indígena, pero otras todavía están ligadas a sistemas educativos que no tienen en cuenta las cuestiones indígenas, dijo.

“Nuestro sistema educativo ha cambiado mucho desde la mentalidad de ‘matar al indio, salvar al hombre’, pero todavía tiene muchos problemas en la forma en la que se representa a los pueblos indígenas”, dijo Márquez. El legado de las escuelas residenciales todavía afecta a la gente hoy en día porque no hay confianza hacia las instituciones educativas en algunas comunidades, dijo Márquez. Para Martínez, esto se debe al trauma generacional en familias en las que sus mayores tuvieron que asistir a las escuelas residenciales.

“Mucha gente no sabe cuánto tiempo existió el sistema, pero todavía hoy afecta a las comunidades indígenas”, dijo Martínez. “Hay mucho trauma generacional y muchos niños tenían abuelos que asistieron a escuelas residenciales. Así que… aún queda mucho tiempo para reconciliarse con esos tiempos”.