Este artículo fue traducido por Mónica Godnick desde un reportaje original de Marijke Friedman y Olivia Nicholson. To read this story in English, click here.
Mientras que Skyler Gribbon, una estudiante de gobierno y política en su primer año, estaba asistiendo a una clase en la Universidad de Maryland a fines de septiembre, su familia estaba almacenando comida y provisiones en Boca Raton, Florida, preparándose para el huracán Ian.
Esta universidad estuvo lejos de la ruta del huracán Ian, pero algunos miembros de la facultad, estudiantes y exalumnos con conexiones a Florida fueron afectados durante y después del huracán.
Gribbon era una de ellos. Ella explicó que situaciones similares pasan en Boca Raton alrededor de dos veces al año, pero solo dos o tres huracanes en los últimos 10 años han afectado realmente a su familia.
Aunque Boca Raton y la familia de Gribbon se libraron de la mayor fuerza del huracán Ian, algunos amigos de Gribbon no tuvieron la misma suerte. Varios de sus amigos que estudian en las universidades en Florida fueron evacuados o atrapados en sus dormitorios.
“No estaba nerviosa por mi familia porque tenemos un generador, y sabemos cómo almacenar provisiones. Estaba más nerviosa por mis amigos que podrían haberse estancados en su campus de universidad porque cuando cierran la universidad, los comedores están cerrados y tienen la posibilidad de quedarse sin electricidad, sin agua”, dijo ella. “Da miedo cuando tienes 18, 19 años y no tienes acceso a nada de eso”.
El novio de Gribbon fue evacuado de su universidad en Florida. En vez de regresar a su hogar en Boca Raton, viajó a Maryland porque los vuelos eran más baratos.
“Tuvo un vuelo a través del huracán para llegar [a Maryland]”, dijo Gribbon. “Casi se canceló su vuelo mientras estaban despegando, por algunos vientos exteriores”.
En el raíz del huracán Ian, Arlene Dillon, una residente de la Isla Sanibel, Florida, y una exalumna de esta universidad que se graduó en 1977, no fue tan afortunada.
El viernes, 10 días después de que ella, su esposo y su perro evacuaron el área, Dillon regresó a Sanibel por bote para encontrar su calle en ruinas y con los pisos inferiores de su casa debajo de pulgadas de mugre.
“Parecía como una zona de guerra”, dijo Dillon.
Aún así, la casa de Dillon quedó en mejores condiciones que otros edificios en la isla — Dillon dijo que el motel al final de su calle había sido volado — pero será difícil salvar la casa entre la devastación, dijo ella.
Según Dillon, en los últimos días, los personales ayudando la Isla Sanibel se han enfocado en rescatar a quienes no evacuaron en vez de salvar hogares. Hasta que pueda conseguir un equipo para escombrar su casa antes que crezca moho, Dillon está “viviendo de una maleta”. Aún así, Dillon dijo que ella se sentía más afortunada que la mayoría.
“Me siento agradecida en este momento, pero al mismo tiempo, un poco conmocionada”, Dillon dijo.
Aunque inicialmente dudó si quería vivir en la isla mientras se reconstruía la ciudad, Dillon decidió quedarse porque ama el área.
Kelley Frohlich, la directora principal de desarrollo para Florida y la región del Sureste de esta universidad, está lidiando con circunstancias menos severas, pero aún difíciles, en Punta Gorda, Florida.
El pueblo estuvo en el ojo del huracán, pero no sufrieron la marejada ciclónica pronosticada, dijo Frohlich; y fue reconstruido para resistir huracanes de la categoría cinco después del huracán Charley en el 2004. Como resultado, Punta Gorda sufrió daños estructurales pero no se inundó como sus vecinos Fort Myers y Naples.
Frohlich se describió como afortunada — su casa aún está en pie y a diferencia de la mayoría de Punta Gorda, aún sigue con electricidad. Toda el área no tiene Wi-Fi, lo que le dificulta a Frohlich trabajar, y muchas personas no tienen agua corriente.
El impacto del huracán Ian no fue contenido a Florida.
Cuando Lily Figgs, una estudiante de kinesiología en su cuarto año, llegó a su hogar en Ocean City, Maryland el 29 de septiembre, y fue recibida con casas tapiadas, negocios cerrados temporalmente y su hermana menor.
La hermana de Figgs estudia en Flagler College en San Agustín, Florida, una de las varias universidades en Florida que cerraron debido al huracán Ian.
Aunque su hermana escapó de los peligros del huracán Ian en Florida, los restos de la tormenta la siguieron hasta su hogar en Ocean City. Relámpagos y truenos mantuvieron a Figgs y su familia adentro todo el fin de semana.
Ocean City estaba planeando ser la sede del Festival de “Oceans Calling”, un festival de música de tres días que estaba presentando artistas como Dave Matthews y The Lumineers, desde el 30 de septiembre hasta el 2 de octubre.
Las condiciones climáticas peligrosas forzaron a que el festival sea cancelado completamente, lo que provocó un golpe en la economía de Ocean City.
Algunos de los amigos y familiares de Figgs son dueños de negocios en Ocean City y esperaban ganar mucho dinero a través del festival. Los hoteles estaban reservados por completo, dijo ella. Y los restaurantes trajeron empleados e inventarios adicionales para el fin de semana.
“Iba a ser un turismo inmenso, con dinero que se gastaría en la economía el fin de semana. Y luego eso, por supuesto, no pasó”, dijo ella.
A pesar de las dificultades que trajo el huracán, han habido aspectos positivos.
Incluso cuando todos en Punta Gorda están luchando, la comunidad se está uniendo, dijo Frohlich.
“Todos están tratando de encargarse de lo que necesitan y luego quieres hacerlo lo más rápido que se pueda para que puedas ayudar a las personas en una situación peor”, Frohlich dijo. “Hay mucha resiliencia … estamos en esto juntos, y vamos a reconstruir más fuertes que antes”.