Este artículo fue traducido por Sofia Garay sobre el reportaje original escrito por Marwa Barakat. To read this story in English, click here.

La Fraternidad de la Unidad Latina de la Universidad de Maryland organizó una recaudación de fondos de venta de empanadas en frente de Stamp Student Union el 21 de septiembre y vendieron todo en menos de dos horas. 

La gente se juntó alrededor de la mesa para comprar las empanadas caseras, o bolsitas de masa rellenas con proteínas como carne o queso, que fueron cocinadas por las madres de los miembros de la fraternidad. Aunque habían reservado el espacio de la mesa para cuatro horas, se agotaron en una hora y media.

Uno de los cuatro pilares principales de la Unidad Latina es la cultura y la venta de comida, como el de las empanadas o raspados, es una manera que la fraternidad honora eso.

“Obviamente queremos compartir nuestras raíces, nuestra cultura, nuestra herencia latinoamericana”, dijo el presidente del capítulo, Mauricio Ortiz-Tapia. “Queríamos hacer una pequeña recaudación de fondos para los beneficios e iniciativas y la programación de nuestro capítulo, así como retribuir a la comunidad a través de la comida rica”. 

Ortiz-Tapia dijo que en Latinoamérica, la comida une a la gente. La mesa de cena es donde las familias se sientan, hablan sobre sus días y se unen con la comida.

“Solo queremos devolverles un pedazo de casa a los estudiantes”, dijo Ortiz-Tapia, un estudiante de administración de operaciones y análisis de negocios y administración de la cadena de suministro en su tercer año.

Aunque esté comiendo una comida sencilla de huevos revueltos con tortilla y salsa o mole poblano, el plato tradicional de Puebla, México, de donde son sus padres, Ortiz-Tapia considera que la hora de la comida es sagrada y un momento para conectarse con la familia y los amigos.

De manera similar, Michelle Castro, la tesorera del Maryland Latin Dance Club, dijo que a pesar de lo ocupada que puede llegar a ser la vida, las comidas son una forma constante para que las personas se reúnan y se pongan al día.

Castro fue a una quinceañera durante el fin de semana, pero con la fiesta viene la garantía adicional de un “recalentado”, que es un segundo evento en el que los anfitriones reúnen a todos los invitados para servir la comida sobrante.

Baleadas y café con pan son dos de las comidas más significativas en la vida de Castro.

Castro creció viendo cómo su madre, sus tías y su hermana preparaban baleadas hondureñas, tortillas de harina rellenas de frijoles, y comprendió lo que representaba para ellas como inmigrantes. 

“No puedes viajar, no puedes volver y estar allí físicamente, pero tienes esta representación física donde es lo que realmente eres”, dijo Castro, una estudiante de administración en su tercer año. “Este es tu país de origen en un plato”.

Durante la parrillada del Mes de la Herencia Hispana en esta universidad, Castro trajo algunos de sus amigos estadounidenses y les hizo probar la comida latina como pupusas y pastelitos.

Debido a que es difícil explicar la cultura de uno y lo que significa para ellos, Castro dijo que este fue un gran momento para que sus amigos la experimentaran por sí mismos y entendieran mejor su significado.

Cuando era más joven y visitó Honduras por primera vez, la familia de Castro estaba ansiosa por que ella probara sus comidas tradicionales favoritas. Dijo que la gente comparte su amor a través de la comida, sin importar el costo o el esfuerzo. Cada vez que vuelve de visita, está emocionada por la comida que le espera porque está hecha con amor. 

“Se trata del momento, lo que rodea a la comida”, dijo Castro.

Sin embargo, no todos tienen tal sentimentalismo con respecto a la comida.

Debido a los horarios ocupados y desalineados de su familia, Astrid Mendoza, una estudiante de psicología en su segundo año, no tenía horas de comer familiares donde todos se reunían para comer. Su familia veía la comida únicamente como nutrición, por lo que no desarrolló una conexión emocional con la comida y las comidas.

Ella dijo que conservaba un trauma de su infancia de verse obligada a terminar su plato. Ahora, ella es consciente del tamaño de sus promociones para asegurarse de no desperdiciar alimentos.

La familia de Mendoza es de El Salvador, y algunos de sus platos favoritos son enchiladas crocantes y pupusas, que sus tías preparan especialmente bien.

Aunque dijo que puede haber una desconexión entre las diferentes culturas con la comida porque es sola una cosa más que resalta sus diferencias, Mendoza cree que la comida puede unir la gente para apreciar las culturas de los demás a través de sus platos.

“La comida no tiene fronteras. Puede llegar al menos a cualquier lugar del mundo. Es una excelente manera de conectarse con la gente, obtener nuevos amigos, sentarse y pasar el tiempo juntos”, dijo Ortiz-Tapia.