Este artículo fue traducido por Maya Rosenberg desde un reportaje original de Evan Hecht. To read this story in English, click here.

Este reportaje es parte de una serie de dos partes que discute la vida nocturna en College Park. Para leer sobre la moda de la vida nocturna, haga clic aquí.

El 9 de Octubre, salí a contestar la pregunta “¿Cómo es la vida nocturna de College Park?” Desde las 10:30 p.m. hasta casi las 2:30 a.m., la escritora de entretenimiento y cultura Monica Godnick, la editora de fotos Julia Nikhinson y yo deambulamos por las calles de Old Town en una tentativa de contestar esta pregunta.

La noche empezó fuera de los apartamentos de Landmark. Aunque pudimos haber empezado la noche en cualquier parte, escogimos Landmark debido a su asociación no oficial en el campus con las organizaciones de letras griegas de la Universidad de Maryland. Es común ver a miembros de diferentes fraternidades y sororidades viviendo allí debido a su proximidad a las casas de sororidades y satélites.

Cuando empezamos nuestra aventura en el vientre de la bestia — la bestia siendo el posible comportamiento tumultuoso que estábamos por presenciar — la noche seguía serena. La gente empezaba a salir lentamente a las calles con su ropa de gala para salir.

Lentamente, más gente salía a las calles con una meta compartida en mente: pasar un buen rato.

¿A dónde van a encontrar este buen rato? No siempre tenían una respuesta. Austin Mitchell, un estudiante de tercer año de ingeniería civil, no tenía un plan en mente. Lo encontramos andando en su patineta entre las calles de Old Town con su buen amigo que lo fue a visitar por el fin de semana.

“Nunca se sabe cómo pasará la noche”, dijo Mitchell.

El presentimiento de Mitchell describió perfectamente nuestra noche. No teníamos ni idea de lo que íbamos a ver, pero seguimos adelante.

Nos acercábamos a las 11 p.m. y las calles se llenaban con más y más personas. Algunas se vistieron con temas en mente — camisas blancas y de luau, específicamente — mientras que otras se vistieron con el estilo típico de noche como estudiante universitario.

Sin embargo, no todos se dirigían a una fiesta. Algunos se alejaron del ajetreo de salir de fiesta.

Kerri Shaw, estudiante de segundo año de psicología, estaba tomando un descanso para desahogarse después de un conflicto con sus amigos.

“Muchos de mis amigos … tenemos caminatas energéticas para recargar energías porque a veces es necesario”, dijo.

 

Kerri Shaw el 9 de octubre de 2021. (Julia Nikhinson/The Diamondback)

Un punto particularmente interesante que Shaw mencionó es que ella, de hecho, estaba sola en las calles de Old Town.

“Probablemente no debería [estar sola] en la noche siendo mujer, pero hay mucha gente paseando y no me preocupa tanto”, dijo.

Shaw también habló de las diferencias entre salir siendo hombre y siendo mujer.

“Es difícil ser social si eres un hombre, si eso tiene sentido”, ella dijo. “Si no estás en la comunidad de letras griegas, se siente como si no tuvieras a dónde ir y, digamos que eres una persona que no quiere estar en esa comunidad, pero quiere vivir el aspecto festivo universitario. Es muy difícil”.

Después de oír esta perspectiva, nos adentramos en la selva universitaria. Se acercaban las 11:30 p.m. Mientras nos pasaban grandes grupos, oímos todo tipo de conversaciones inesperadas desde personas citando TikToks (la mejor que oí fue un grupo de chicas diciendo “¡O no, nuestra mesa está rota!¡”) e incluso un grupo de chicas llamando a su amigo nombres denigrantes.

Entonces conocimos a Kayleigh Taylor, último año de ingeniería computacional, con sus amigos camino a un evento social con el tema “Wild Wild West”.

Nuestra conversación se tornó rápidamente a la seguridad, y después de hablar con Shaw, quise oír otra perspectiva.

“Mucha gente no ha tenido necesariamente la experiencia de su primer año o de su segundo año en la que pueden salir y ver cómo son los bares”, Taylor dijo. “No se dan cuenta que no tienen la experiencia que otras personas ​​pueden haber tenido antes de COVID que les diría que esto está mal”.

El comentario de Taylor realmente me hizo dar un paso atrás y pensar en cómo el aislamiento ha afectado la forma que muchos de nosotros actuamos socialmente. Algunos estudiantes pudieron experimentar algo de lo que es típicamente la vida nocturna en College Park, pero otros son mayoritariamente nuevos en la experiencia de la verdadera vida nocturna.

A las casi 11:45 p.m., decidimos cambiar de marcha. A lo largo de las calles de Old Town había una serie de casas con la música tan alta que se podía escuchar una canción diferente en cada esquina. Muchas de estas casas, con las ventanas hábilmente cubiertas, son las casas satélite utilizadas por los miembros de varias secciones del Consejo de Interfraternidad de la universidad. Estas casas no sólo albergan a una serie de miembros de cada sección, sino que también facilitan las infames fiestas de las fraternidades.

Al acercarnos a una casa en la que sonaba “Everytime We Touch” de Cascada, anunciamos que veníamos en son de paz y que no conocíamos a ningún miembro en un intento de entrar en la fiesta.

Poco después de anunciar nuestra presencia, me presentaron a Nick Baranello, estudiante de matemáticas. Baranello es el gestor de riesgos de su fraternidad y se encarga de garantizar la seguridad de todos durante los eventos sociales.

“Es difícil cuando te involucras en la vida griega porque hay mucho estigma circundante”, él dijo. “El objetivo es hacer que todo el mundo se divierta de la manera que quiera. Y mi objetivo, al menos como presidente de riesgos, es asegurarme de que lo tengan; que vengan aquí y quieran volver”.

Lo que más le gusta a Baranello de la escena social es poder interactuar con personas de todas las procedencias y conocer gente nueva e interesante.

A continuación, Baranello y yo tuvimos una conversación muy abierta sobre ciertos grupos que se sienten condenados al ostracismo y no son bienvenidos por la comunidad de letras griegas.

Como miembro de la comunidad LGBTQ+, le expresé que sentía que entrar en la vida griega me pondría en un ambiente inseguro y poco acogedor. Nuestra conversación no fue grabada, pero a pesar de ello, me fui con una mentalidad más abierta.

El reloj marcó la medianoche, y esto significó una cosa: los juegos post-socialización. Después de que las sororidades y fraternidades hayan terminado de socializar — la mejor palabra para describir lo que pasa en estas fiestas exclusivas — los eventos ​​se abren a quienes no participan en los eventos sociales reservados para la comunidad de letras griegas.

Las calles se volvieron a inundar con estudiantes universitarios buscando un buen rato. Pasamos grupos grandes cantando canciones populares como “Good 4 U” por Olivia Rodrigo y “Josslyn” por Olivia O’Brien.

Formamos parte repentina de una celebración de cumpleaños. Aún no sé de quién era el cumpleaños, pero solo me puedo imaginar cuán mortificado se sintió al ver que las cuatro esquinas de la calle le cantaban.

Acabé conociendo a Sierra Hall, estudiante de segundo año de audición y lenguaje. Este era el primer semestre de Hall en el campus después de pasar un año virtual en casa. Hall tenía una serie de expectativas al entrar a su segundo año y ciertamente se sorprendió cuando se enfrentó a su realidad.

“Tenía la expectativa de que sería la mejor amiga de las personas con las que vivo y que me llevarían a conocer la vida nocturna y me mostrarían lo que hay alrededor”, dijo Hall.
Hall dijo que eso no ocurrió, así que se volvió más introvertida.

“Era muy tímida y se me hizo difícil conocer realmente a la gente, especialmente como estudiante de segundo año porque la gente ya se conocía”, ella dijo.

Hall enmendó eso uniéndose a clubs y formando sus propias amistades fuera de sus compañeras de cuarto.

“Típicamente yo soy una persona muy extrovertida, es sólo que COVID me ha hecho muy introvertida así que estoy empezando a salir otra vez”, dijo Hall.

En circunstancias similares a las de Hall estaba Olivia Hill, estudiante de primer año de ciencia medioambiental y política.

Hill ha estado transitando la escena social de College Park por casi un mes y ya se las sabe todas.

Cuando postuló a universidades, ella dijo que consideró cómo era la escena social.

“Es la universidad, la gente quiere divertirse. No quieren ir a un lugar aburrido”, ella dijo.

En este punto de la noche, todos estábamos decentemente agotados e hicimos una parada en la casa de nuestro editor para recargarnos. A la una de la madrugada, volvimos a las calles de Old Town para intentar escapar de la dimensión alternativa en la que parecíamos estar.

Al salir, nos topamos con un hombre vestido de Wayne de Wayne’s World, que sorprendentemente no fue lo más extraño que vimos esa noche.

Por fin conseguimos salir a la 1:45 de la madrugada, pero nuestro viaje aún estaba lejos de terminar.

Fuera del restaurante Pizza Kingdom de la Ruta 1 había otro juego de vida social.

Nos tropezamos con Gianna Brown, estudiante de último año de salud comunitaria, vestida para el tema social de las mentiras blancas, cuya filosofía parecía ser que no hay mejor manera de terminar una noche de fiesta que con una rebanada jumbo.

“No hay nada típico que puedas esperar ver; siento que cada noche es emocionante y algo nuevo”, dijo Brown.

Eso es lo que hace una noche en College Park tan fabulosa. Nada podría haberme preparado para lo que vi este sábado.

Independientemente de lo que vivas en una noche de fiesta, lo que une todo es el sentido de comunidad que fomenta una salida celebratoria. El hilo común entre todas las personas con las que hablé fue que salieron a divertirse. No importa si vas a un bar, a una reunión social, a patinar por las calles, a quedarte en casa viendo Netflix o cualquier otra cosa, la vida nocturna en College Park es un elemento básico de nuestra comunidad.